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A menudo me doy cuenta de que muchos de nosotros no nos hacemos estas preguntas del por qué y para qué, en cada acción, asunto, reto o proyecto que acometemos. Y es esencial tanto hacerse ambas preguntas, como saber distinguir lo uno de lo otro para aspirar a una vida con vistas. Las vistas que se contemplan desde el balcón de la utilidad y de la trascendencia y descubren el paisaje montañoso de la sabiduría, la felicidad y la plenitud. Aunque suene poético o abstracto, te aseguro que es más real de lo que crees. Aquí te damos las claves.


Hacerse las preguntas sobre el Por qué y el Para qué, es como la sal y la pimienta en un buen plato cocinado a fuego lento. Es como el combo del aceite y el vinagre de nuestra cocina mediterránea. Es lo que le procura la tierra al tronco del árbol y sus raíces. Lo arropa, lo resguarda, le da los nutrientes necesarios para su desarrollo y solidez. Luego está lo que al árbol le aporta el sol y el agua. Seguir creciendo y tener cada vez más ramas. Si lo piensas, esto es lo que da al árbol su utilidad (la sombra, el olor, la frondosidad, el fruto, las simientes, ser nido de pájaros, paso de hormigas, o guarida de reptiles, etc..) y trascendencia (ser el origen de muchos más árboles, formar el bosque, posibilitar que crezcan otras especies, resguardar la humedad, provocar la lluvia, preservar el ecosistema, ser esculpido como un mueble único, o como un piano Steinway & Sons donde se componga la Novena sinfonía de Beethoven). Por eso es esencial hacerse ambas preguntas: para saber qué es lo que da sentido y dirección a la vida, aun cuando, yendo de la mano, estén en distinto plano temporal.

Vamos ahora con saber distinguir lo uno de lo otro.

¿De dónde puede venir la confusión entre la dirección y el sentido? Como suele pasar, proviene de su uso coloquial. Si recuerdas ( y recordarás al menos por tu pasado colegial), son dos términos con significados científico-técnicos, aunque los utilicemos en cualquier conversación de forma habitual. Y es que, como suele pasar, a menudo no coinciden el lenguaje cotidiano de la calle y el científico. Desde el punto de vista académico, no es lo mismo dirección que sentido. La dirección es la línea recta en la que se mueve un objeto para desplazarse a un punto (en lo que nos ocupa, nosotros mismos) y el sentido, cada una de las dos posibilidades que podemos tomar. Ambos conceptos provienen de las matemáticas, donde se recogen dentro de la noción de «vector». Te acordarás de que un «vector» (sí, era eso parecido a una flecha) venía definido, entre otras características por su longitud, la dirección (recta sobre la que descansa) y el sentido (hacia dónde va dirigido o dónde apunta la flecha).

Muchas veces les pongo este ejemplo a las personas que participan en nuestras formaciones: ¿recordáis que cuando aprendíais a conducir, el profe de autoescuela os decía: “recupera el sentido de la marcha” o “ve en dirección a Madrid”? El sentido de la marcha es el por qué estoy conduciendo, hacia delante o hacia atrás desde un punto (es la utilidad de la conducción, el por qué conduzco en el presente) y la dirección es mi destino, para qué conduzco, qué quiero obtener de ello (es la trascendencia, apunta a futuro, como la flecha del vector).

Por eso, concluyo que no se debe confundir dirección con sentido, ni en el ámbito coloquial ni en el científico. Este es un asunto bien importante. Así que os animo a no caer en la confusión de ambas cuestiones, evitemos la banalidad de repetir frases o pensamientos hechos o ajenos, no procesados, automatizados. Pero sobre todo os animo a pensar en su auténtico significado y a reflexionar sobre los matices del lenguaje.

Párate a pensar por unos minutos: ¿por qué te has levantado esta mañana? y ¿para qué te has levantado?; ¿lo ves?, ¿a que lo has distinguido? Pues lo mismo aplica cada día, en el presente y hacia el futuro. Lo mismo aplica en tu vida, sabiendo que el contexto y las circunstancias son los que muchas veces cambian las respuestas y por eso es absolutamente importante formulárselas. Para no vivir como un zombie.

Cuando hayas tenido el tiempo para contestar, entonces, te prometo dos cosas:

  • la primera, que probablemente ese miedo a decirle a mi jefe, o a mi cliente, o a mi madre, esto o aquello, perderá mucha fuerza. Probablemente, ese ansia por la felicidad continua y continuada, que no existe ni en el trabajo ni fuera de él, empezará a mitigarse. Porque estarás tocando con los dedos la utilidad y la trascendencia; el por qué, y el para qué de tus actos y comportamientos.
  • y la segunda, que serás un poquito más sabio, más reflexivo, más templado, más ecuánime, y lo que es más importante, más amable contigo mismo. Tendrás mayor visión de todo y de todos los que te rodean.

Albert Einstein saca la lengua junto a Frank Aydelotte y su mujerY por último, confía en lo que decía ese gran sabio que fue Albert Einstein: “Observa profundamente la naturaleza, y entonces lo entenderás todo mucho mejor”.

(*) Por aquí os dejo La historia detrás de la foto de la lengua de Einstein, plena de sabiduría y felicidad. 

 

 

 

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