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Cada día que transcurre, encuentro una sorpresa. Cada día, me siento más atraída por los actos cotidianos que me rodean. Me explico: hoy contemplé en el office de mi empresa como una mujer extraía una barra de pan de la funda de papel, recién comprada en la panadería-pastelería que se encuentra junto al portal de nuestra oficina. Luego la partía por la mitad, destripaba cada trozo horizontalmente, impregnaba el lecho de miga con aceite de oliva y colocaba sendas lonchas de queso y de jamón, dejando más que vestido el bocadillo que yo sospechaba iba a compartir con algún compañero. Visto así, el acto no tiene nada de interesante, romántico o inquietante. Y, sin embargo, lo ha sido.

«La joven de la perla» por Johannes Vermeer, h. 1665-1667

Analicemos: primero, contemplas la escena. Una mujer, una baguette, lonchas de jamón y queso, aceite de oliva y como resultado, dos bocatas. Imaginas que esta mujer va a compartir el bocata con algún compañero hambriento que está aguardando impaciente el patrio bocado delante del ordenador pues deben estar preparando una propuesta comercial que enviar a un cliente y esta debe llegar antes de las 15 h. O imaginas que esta mujer y otro de sus colegas, simplemente no tienen tiempo de marcharse a comer “como Dios manda”, un plato caliente y elaborado de menú  durante 1 hora y pico al restaurante más próximo. O puedes imaginar que esta mujer está ahorrando el coste del menú para una causa más noble y sana que el hecho de comer por la zona ( por ejemplo, para poder pagarse las clases de yoga que tan bien le vienen o permitirse el capricho de irse de viaje en verano con sus amigas).

 

 

Reconozco que soy curiosa. Me gusta observar mirando, pero cuando no me basta, me lanzo al ruedo para saber. Y así lo hice.

  • Qué buena pinta la de esos bocadillos…y con qué mimo les has echado el aceite…
  • Uyyyy sí, la verdad que sí. Je, je..me dan ganas de comérmelos pero no puedo. Es la merienda de mis mellizos. Y tengo que salir pitando a recogerles…que no llego.
  • Pues les sentará estupendamente.
  • Esperemos que sí. ¡Buena tarde!

Seguidamente, enfunda el par de bocadillos en el papel de estraza y recoge los rastros de su delito para tirarlos a la basura: las migas y los envases de embutido. Se despide con una sonrisa y se marcha por la puerta de la cocina, rauda, veloz e igual de silenciosa que había permanecido durante la elaboración del tan manido doble bocadillo.

Y ahora viene el saber entender: esta mujer debe tener reducción de jornada (y de salario), cosa que contrasto posteriormente (de 9 a 15 h para ser exactos) que suele ser la extensión de jornada más amplia que existe (no olvidemos que las madres prestan servicio de soporte 24 horas*7 días*365 días al año). Esta mujer no ha comido ni antes ni después de recoger a sus mellizos, (porque ya comerá cuando llegue a casa hacia las 17 h). Lo primero es asegurarse de que no pierde el tren desde Atocha a la sierra, desaparca el coche de la estación, les recoge a tiempo en el cole, les da la merienda, no pasan frío, no se mojan con la lluvia, se alimentan adecuadamente y que, una vez llegan a casa, se ponen a hacer los deberes sin perder ni un minuto. En algún impasse, será cuando ella “arramplará” con cualquier chuminada que esté en la nevera, porque todos sabemos que las madres tienen la extraordinaria virtud de alimentarse del amor de la familia y derrochar energía por los cuatro costados.

Y pienso: qué importante es saber mirar, saber escuchar y saber entender a cualquier colaborador o empleado, más si eres empresario o diriges un equipo, y ponerte en sus zapatos para dejar de imaginar escenas que no son reales y comprender que la vida es eso que también les sucede a ellos, madres, padres, compañeros. Que la vida es lo que está sucediendo. Aquí y ahora. Que todos, hombres y mujeres, merecemos ser contemplados, escuchados y comprendidos. Y que no se trata de que exista una ley para mirar, escuchar y entender. Lo importante es querer mirar, escuchar y entender. Y que, desde el querer, se llega al saber. La voluntad es sabiduría, entonces. Sólo con eso, contaremos con ventajas dentro y fuera de nuestro negocio, departamento u organización, porque demostraremos que somos humanos, que tenemos familia, pareja, amigos. Y que todas esas cosas merecen que les dediquemos tiempo y sonrisas porque son muy muy importantes, además de estructurar la Sociedad. Sólo así seremos mejores gestores de personas y mejores empresas. Sólo desde la concili-acción vivida desde dentro y no únicamente como imposición normativa, haremos que cambien las cosas. Depende de cada uno de nosotros: de nuestra mirada, de nuestra capacidad de escucha y de nuestra comprensión ¡Pongámonos a ello sin perder un segundo!

 

 

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