Muchas veces leemos por la ansiedad de saber, conocer las últimas verdades, las certezas que nos hagan sentirnos seguros, distintos, significados y significantes en nuestra vida o en la de otros. Sin embargo, cuánto más leemos, menos sabemos porque más preguntas nos hacemos. En eso consiste la fuerza interrogante y adictiva del aprendizaje: en querer saber y, no obstante, saber cada vez menos hasta tal extremo que ya no sabes lo que es verdad o es mentira y hay gente que se siente realmente atormentada y abrumada por no saber qué es verdad y qué no (y más con todo este juego síncrono y al segundo que son las redes sociales). Esa es la mayor paradoja que un lector puede sentir. Es la paradoja.
Tranquilo. No hay que darle más importancia que la que tiene una mota en el universo. Cuánto más “crezco”, más me veo como una mezcla de visiones felices, titubeos, vergüenza y la falta de verdad de los refranes y la cultura popular, que nos llevan a pensar si el estar seguro de algunas cosas es bueno, malo o innecesario por el propio bien de la humanidad y si tiene sentido ese ejercicio que a finales de año realizamos.
En cualquier caso, cuando estamos apurando el año y acercándonos al nuevo, es bueno levantarse pensando ¿y si fuera el mejor?, ¿cómo sabré si lo será?, ¿y si este que dejas atrás ha sido el mejor y no lo has notado?, ¿y si no te has dado cuenta? …podría ser. ¿Hay KPI´s (indicadores clave de rendimiento, dicho en caló) de lo que es el mejor día, el mejor año de una vida…así, en plan standard y certificado; ¿los ha inventado alguna consultora para vender proyectos? Voy a ir al grano y traer los factores que durante este tiempo yo he observado, en mí y en mis clientes y creo, pueden influir en si hoy, esta semana o el próximo año puede ser el mejor de tu vida.
Primero. Aunque ya no tengas 20 años, pero te sientas con más vitalidad que cuando los tenías, hoy mismo podría ser el mejor día de tu vida; ¿es la edad un indicador serio como para predisponer a que ese sea el mejor día de una vida? Así, tal cual y homologado hasta por la OCDE. La edad a pesar de que te sientas como un adolescente al que le está “pasando algo en su cuerpo”. Me atrevo a responder: no; no lo es.
Segundo. De ahí, saltas a la casilla del espacio. ¿Es el lugar condicionante para que algo sea de lo bueno lo mejor? Eso de “mi lugar en el mundo” ¿se refiere al mejor?, ¿los conoces todos como para afirmar algo así? Me atrevo a responder: no; no lo son.
Puede ser cierto que tu auténtica persona esté fuera del tiempo y del espacio, aunque tu NIF te recuerde que naciste en 19… y en una ciudad a miles de kilómetros de aquí. Reconozco que los que escribimos ficción como afición tenemos una ventaja: nos permite situarnos en un plano espacio temporal diferente. O no tienes edad, ni sexo, ni lugar; o los tienes todos a la vez… lo que resulta algo ilusionante aunque caótico. Yo tengo claro que escribo por su efecto liberador. Soy todo o nada y eso es como tener superpoderes porque la imaginación le da mil vueltas a la verdad demoledora del presupuesto, las facturas, el trabajo, el coche…
Tercero. Encuentro que lo mejor para uno mismo, para que este pueda ser el mejor año, día,… lo llevamos de serie. No lo busques fuera. No servirá. La introspección es la mejor y más poderosa capacidad que tenemos. Aprender a conocerse con lo bueno y lo malo, respetarse y disfrutarlo. La paz y la serenidad de la mente no se pueden comprar en ningún sitio (se llame libro, peli, concierto o amigo). Sé que es una faena porque mira que se venden libros de auto ayuda, profesionales de ídem y habrás pagado cafés a colegas y otras cosas más sofisticadas y esperanzadoras, pero siento decirte que no las encontrarás en el “mercado”, no se pueden comprar. Lo siento, es horrible, pero no te queda otra que pasear, charlar y estar a solas contigo y preguntarte: “Hey, you, ¿what´s up?” y tomarlo con humor. Bajo ningún concepto, tomarte demasiado en serio. Te diré que ese es el trabajo más importante, más laborioso, pero al que debes dedicar tiempo, rendir homenaje y del que debes sentirte más orgulloso.
Cuarto. Tampoco puedes vender o regalar la paz interior a otros: por mucho que persigas a tus hijos con la bufanda y el gorro maternal, a tus amigos con la pomada anti-sufrimientos y a tus hermanos con la crema solar para que no les radie la maldad, tus seres queridos tendrán que encontrar sus propios caminos, sus propias respuestas; será su responsabilidad. La suya. No las tuyas y tu reflejo. Lo tuyo es tuyo, y lo de los demás, suyo. Respeta la propiedad privada del alma ajena. Contempla y respeta, admira y aprende de la libertad de cada cual. Eso te dará mucha paz y serenidad. Los problemas de los demás son de los demás. No pretendas solucionarlos regalándoles ayuda o bondad porque te vas a meter en muchos charcos; la mayor parte de las ayudas no solicitadas tienen detrás un deseo de control, de un color bonito, sí, pero control, al fin y al cabo. Y sé de lo que hablo.
Quinto. Otra cosa que he podido observar este año es en relación con el quejido (tan habitual y gratuito en las redes): echamos pestes, estamos asqueados y asustados aun teniendo más de lo que necesitamos para vivir. Si tienes más de lo que necesitas para vivir, ten un poco de vergüenza y deja de quejarte. Deja de hacerlo. Comparar tu estatus, tu vida con la de otros que desconoces, sólo empobrecerá tu moral. Y de acuerdo, si para respirar necesitas quejarte, hazlo, pero desde la solidez de unos principios y argumentos: involúcrate socialmente, haz obras por y para la comunidad, aunque sea la de vecinos y no critiques desde la inacción. O bien, baja tu nivel de exigencia hacia los demás y mírate a ti mismo. Exígete lo que a otros exiges sin conocerlos. Y ya de paso, equivócate porque es lo más liberador que puedes hacer. Cuando William Blake dijo que “se nos puso en la Tierra para que aprendiéramos a soportar los rayos del amor…” debía referirse a todo eso; sabía de lo que hablaba. La interacción con los demás, la necesidad de dar y recibir, de recibir y dar…los rayos del amor, la esencia de la vida en común y compartida.
Y una vez vivido, aplicado, comprobado, dicho y escrito todo esto, ¿sabes? Deseamos desde Idreal que este año o el siguiente sean los mejores de tu vida. Es un deseo, una aspiración y como tal, siempre, siempre, triunfará frente a la realidad. Porque el deseo imagina, la realidad es. Y la mayor potencia está en lo que soñamos al cerrar los ojos, no en lo que nos encontramos al abrirlos. Así que te regalamos nuestro deseo: ¡que tengas un buen año 2018! y de paso imagines el tuyo. 🙂
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